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Carolina Coronado

Datos biográficos

Nació en el seno de una familia acomodada, pero de ideología progresista, motivo por el que su padre y su abuelo fueran perseguidos.

Educada de la forma tradicional para las niñas de la época: costura, labores del hogar, etc., ya desde pequeña mostró su interés por la literatura. Sus primeros poemas los escribió cuando apenas contaba con 10 años.

Sufría de catalepsia, lo que pudo contribuir a su temperamento romántico. Llegó a "morir" varias veces haciendo que se obsesionara con la idea de poder ser enterrada en vida.

Escritora autodidacta y con una gran sensibilidad, desconocida durante mucho tiempo, hoy se le empieza a dar el lugar que se merece. Fue, también, una virtuosa del piano y del arpa. Publicó en 1843 un tomo de Poesías, reeditado en 1852, cuyo prologó fue escrito por Hartzenbusch. Escribió también novelas y obras teatrales en las que predominaban temas históricos y compromiso social.

Como revolucionaria, su residencia en Madrid se hizo famosa por las tertulias literarias que en ella se realizaban convirtiéndose en punto de encuentro para escritores progresistas y refugio de perseguidos. Sin embargo, este refugio clandestino, y su afinidad por la revolución, causarían que sufriese la censura de la época. Pese a ello, logró publicar algunas de sus obras en periódicos y revistas hasta lograr cierta fama.

En contra de la esclavitud, participó en la campaña contra esta, llegando a ser, con Concepción Arenal, del cuadro dirigente de la Sociedad Abolicionista de Madrid. Compuso en 1868 los versos A la abolición de la esclavitud en Cuba que fueron declamados en público el 14 de octubre del 68, poco después de estallar la Revolución, lo que provocó un escándalo político.

Obra y estilo

La obra de Carolina es de claro corte romántico y consigue crear unas composiciones con una gran carga de sensualidad. 

Desde muy joven se dedicó a la lectura de importantes autores en los que se apoyó e inspiró para crear su propia obra. Fue una mujer autodidacta. Leyó a Tarso, Petrarca y Lamartine, llegando incluso a traducir sus obras italianas al español. Entre sus lecturas favoritas estaban la obra de Santa TeresaFray Luis de LeónGarcilasoSan Juan de la Cruz, Menéndez Valdez y otros, de los que aprendió.

En prosa escribió un total de quince novelas, entre ellas destacan:  Luz, El bonete de San Ramón, La Sigea, Jarrilla, La rueda de la desgracia (1873) y Paquita (1850), considerada por algunos críticos como la mejor de todas.

Entre sus obras teatrales destaca El cuadro de la esperanza (1846), Alfonso IV de León, Un alcalde de monterilla y El divino Figueroa. De todas ellas, solo logró estrenar la primera.